El control de la riqueza ha sido un ámbito tradicionalmente de varones. Ellos han controlado los medios de producción y la distribución de la riqueza y la pobreza en el mundo.
En este mundo de hegemonía masculina la economía es considerada un poder, un asunto de “los grandes”; y se ve claramente que, cuando de grandes asuntos se trata, la mujer no pinta mucho. ¿Pero ha sido esto así siempre?
Saber guardar, prevenir, preparar, distribuir, fueron las primeras formas de economía. Y eran femeninas. Saber prever las cosas que se podían necesitar era una labor propia de la mujer. Es lógico que así fuera pues el sustento de la especie corría a cargo de ellas -en la época nomádica, las famosas “abuelas recolectoras”-. Así, se desarrolló una “economía” destinada a dicho sustento.
La macroeconomía no es un tema que a la mujer le ocupe –generalmente-, al menos tal y como está planteada hoy en día. Sino que a las mujeres nos interesa la economía en la medida en que revierte en nosotras. Además, los conceptos macroeconómicos son abstractos, y las mujeres entendemos las cifras que podemos manejar. La bolsa se basa en especulaciones, futuros, etc., y nosotras nos basamos en necesidades, previsiones, hechos concretos.
Las numerosas crisis económicas de diversos países hoy en día, nos demuestran que los presupuestos económicos de la sociedad actual están llegando a un tope. Éste probablemente sea el momento para que la mujer empiece a aportar sus ideas en cuanto a economía. Una economía que podría tomar como modelo su propia fisiología: una economía ovular.
Hasta ahora hemos vivido -y vivimos- una economía espermática, con un derroche de todo: producción y consumo. Los mercados son hipercompetitivos, lo importante es la productividad. ¿Qué es eso? Una espermatogénesis. Producción, producción, producción. Consumo, consumo, consumo.
Hagamos una economía femenina: Un óvulo al mes.
¿Cómo se traduciría esto? Menos producción, menos consumo, más calidad, más creatividad. Un ejemplo de economía ovular es la artesanía, y un ejemplo de economía espermática es la producción en cadena.
Probablemente, si hubiéramos tenido una economía ovular, no estaríamos asistiendo a la crisis económica mundial actual.
No se trata de echar las culpas a nadie ni de ir en contra de nada pero, en la medida en que nos demos cuenta de que es posible vivir con menos cosas pero de más calidad, que no hace falta “usar y tirar” todo, podremos ir cambiando nuestros presupuestos económicos y entender que hay otras formas de conceptualizar la economía más propias de lo femenino.